miércoles, 19 de junio de 2013

016


Las coincidencias de la vida.

Hoy, cuando lo pienso, creo que a medida que se iban desarrollando una serie de hechos daba la sensación de obedecer a un plan
o simple coincidencia o ha sido “accidental”. Al cabo de los meses del año 1956 aquel primo que vivía en Navarra llego a Madrid
y como tuvo la suerte de ingresar en el Ejercito del Aire, le colocaron en las oficinas y así pudo ir por las tardes al lugar que él quería. 
El deseaba trabajar con los escultores de mucho prestigio y lo consiguió. Como el maestro Coullaut Valera, el maestro Barral,
el escultor Galey. En el taller de cantería de su padre en Navarra, hacían entre otros trabajos de cementerio, escudos heráldicos, esculturas y obras en general. También tenían alquilada una cantera que explotaban de piedra llamada de Tafalla, que es muy apreciada en la zona. Tenían una máquina de serrar bloques para tableros de piedra, para vender en toda la zona norte. Incluido para las obras del Pilar de Zaragoza. Con el tiempo, el pariente de Navarra nos visitaba cuando salía por las tardes de su trabajo 
de escultura. Después se marchaba al cuartel a dormir. Algunos domingos me invitaba al cine o a bailar, porque ganaba algún dinero 
con sus maestros. Tuvo suerte con el puesto que le tocó en el ejército.

Mientras tanto yo seguía con mi trabajo y este nos permitía seguir ahorrando para poder coger algún sitio cerca de la peluquería 
en la que trabajábamos, porque de vez en cuando me tenía muy preocupada el asunto del derribo; ¿Qué pasaría cuando lo derrumbaran? ¿Y si íbamos a otro lugar? Me preguntaba. ¿Cómo empezar otra vez de nuevo?  Y ¿Dónde íbamos a ir?  Teníamos siempre la misma incertidumbre, ¡la del  derribo del edificio! En una ocasión, nos ocurrió una cosa muy curiosa que no lo olvide; Una clienta que tenía que esperar mucho, serían las tres de la tarde o más, no habíamos comido y había mucha gente. Salió del salón sin decir nada y nos extrañó. Cuando volvió traía un pollo asado y nos obligó a comerlo en la trastienda. Ya hace 55 años y lo recuerdo como si estuviera viéndola. Me acuerdo hasta de su nombre; Isabel. Era una joven un poco mayor que nosotras y consiguió lo que mi madre no podía: hacernos comer. Siempre pasaba lo mismo a la hora de comer. Si había gente no comíamos hasta terminar nuestro trabajo, que se alargaba… Lo más normal era hacer turnos, pero había veces que no podíamos por haber mucha gente. Lo comimos mi hermana y yo. Mi hermano ya se había marchado. Años después fue la mejor clienta de mi hermano, ya que él trabajaba muy bien.  

Cuando no teníamos gente, que a veces ocurría, me gustaba hacer labores de ganchillo. O leíamos las revistas de la semana ¡HOLA! Que la  teníamos para el  público. Recuerdo la época de la boda del Rey Balduino y Dª Fabiola. Cuantas vueltas da la vida. ¡Ver el anuncio de la boda de Dª Fabiola me hizo ilusión!  Ella nos daba catequesis para la primera comunión en nuestra capilla del Carmen de las Ventas. Se casaba y nada menos que con el Rey de Bélgica. Eso me gustó mucho, porque recordaba que después de mi primera comunión, muchas veces la veíamos pasar con su amiga Pilar para seguir con su labor humanitaria. También se hablaba de Soraya y del Sha de Persia y su segunda esposa Faräh Diba. En esas revistas traían las modas y curiosidades para pasar el tiempo. Lo que más me gustaba leer, eran los libros sobre historias verdaderas. Leí de muy joven el libro del matrimonio Pierre Curie y su esposa Marie Curie, descubridores de la radioactividad. Lo guardaba con mucho cariño y 37 años después volví a releerlo. Fue precisamente en el momento que me diagnosticaron un cáncer de mama. El radio, se utilizó para salvarme la vida en el año 1.993. Hoy que estamos en el año 2013 ya hace 20 años. También me gustaba mucho leer las historias de los amores decisivos. 

Así pasaba mi tiempo, soñando y trabajando. Algunas clientas me preguntaban "¿No tienes novio?". Mi contestación siempre era la misma, "¡Hasta cumplir los treinta años tendré tiempo!". A mis amigas las decía siempre que salía la conversación; "¡Estoy enamorada del amor!". Lo decía en plan de broma o para hacerme la graciosa, pero en el fondo era verdad. Soñaba que encontraría alguna vez alguien que me gustase mucho. Ya en una ocasión estuve saliendo con un joven dos meses, lo dejé porque él necesitaba salir a diario y yo no podía, en ese tiempo lo primero era el trabajo.


Los domingos que salía con las amigas, nos gustaba ir a la bolera del cine Benlliure. Tomábamos de merienda un "sanguis" (Sandwich) en la misma bolera y con dos jugadas cada una nos íbamos a casa. No se podía ir a la bolera siempre que queríamos por ser un poco caro para nosotras, aunque nos gustaba mucho. Lo más normal para nosotras era el cine y en el buen tiempo, los paseos en la barca en el Parque del Buen Retiro. También cogíamos el tren de cercanías para ir a Aranjuez, o a La Granja de San Ildefonso, El Escorial, Toledo etc. Alguna vez nos llevábamos una tartera con comida y cada una llevaba la suya, había mesas para sentarse y tenemos fotos de esa época. Son recuerdos muy bonitos y agradables, lo pasábamos bien. La cámara fotográfica siempre la hemos llevado cuando hacíamos excursiones para tener un recuerdo.

Con el tiempo han cambiado muchas cosas, no solamente en la forma de vestir, en que se lleva mucho pantalón o ropa muy corta... son otras modas y costumbres. Las piscinas en la que íbamos nosotras, eran muy graciosas; nos obligaban a poner encima del bañador una faldita… lo raro era que solo estábamos mujeres. Con el paso del tiempo ya no obligaban ponerse la faldita. En las iglesias era obligado llevar medias, manga larga y el velo en la cabeza. Los cambios tan notables solo han sido para las personas de mi edad. Los jóvenes de ahora lo ven todo muy natural.


  

domingo, 2 de junio de 2013

015



En Madrid, había mucha costumbre de veranear.

Recuerdo los veranos… La gente por lo general salía de veraneo y ese lujo no lo teníamos en mi casa, aunque igual que nosotros, había mucha gente que no podía veranear. ¡Nosotros teníamos que seguir con nuestro trabajo a tope!.  En mayo con las comuniones de l@s niñ@s había más trabajo. También en Junio, Julio... trabajábamos mucho. Se hacían muchas permanentes. En algunas ocasiones las clientas nos invitaban a sus lugares de descanso, pero yo no podía dejar mi trabajo. Mi hermana empezaba a querer salir y empezó a ir unos días de veraneo con la familia Peláez. Ellos tenían una ferretería frente a nuestra peluquería. Las dos hermanas venían a peinarse. Ellas nos invitaban a su finca de la sierra de Cercedilla. 

Con el tiempo mi hermana se fue animando y en julio, se fue varios fines de semana a la finca de una de las amigas que salíamos los domingos. Esta amiga era clienta nuestra y todos los años se empeñaba en que fuéramos a su finca de la sierra que estaba cerca de Madrid. También su madre era clienta y nos decía; "¡Aunque sea solo de sábado a lunes!"  ¡Hasta que lo consiguió!. 
Yo fui una vez y también iba mí hermana. La señora era muy amable y nos apreciaba mucho. No teníamos coche, así que les dije que el lunes muy temprano debían de llevarme a Madrid. El marido tenía una empresa de ruedas recauchutadas y solo iba a la sierra de viernes a lunes, para abrir su negocio. Los hijos que eran tres, más la señora estaban todo el verano en su finca.  
Aquel lunes nos dejó en nuestra casa, como siempre que mi hermana iba con ellos. Reconozco que es bueno el descanso, 
pero nosotras no podíamos salir de veraneo. Los motivos eran como siempre; ¡teníamos que ahorrar para poder coger otro local 
antes de que derribaran nuestra zona!

                                    

Cosa extraña; en agosto salí de veraneo.

Por fin me animé a salir de veraneo. Fue en el mes de agosto. En Madrid casi siempre sale más gente de veraneo en agosto, fue una casualidad. Tenía mi padre un hermano en Navarra. Era uno de los dos ciclistas que corrían con la cruz roja. El otro hermano murió por el atropello de un camión. Ya hablé de ese suceso en otra ocasión al empezar mi historia. Este hermano es el que estuvo con otros marmolistas colocando las escaleras de piedra que empezaba en la plaza de toros, y terminaba en la parte de arriba llamada Avenida de los toreros. También entre otras cosas, trabajó en las esculturas que coronan Correos, donde está la Cibeles, como cantero tallista de una importante empresa de cantería que había cerca de la estación ferroviaria de Delicias. 
  
  
  

En la foto se ve la parte de arriba, donde el equipo de tallistas y él hicieron el trabajo. Esta foto reproduce las tallas de que hablo. 
La foto la hice el 9 de mayo de 2011, hace dos años, en la temporada de correos "Puertas Abiertas". La parte de arriba debió de ser terminada entre los años 20 y 30. Este familiar se marchó a Navarra al terminar la guerra y el motivo fue que le pilló la guerra en la zona de Ventas del Espíritu Santo, en la Zona Republicana. Cuando le llevaron al frente, fue detenido entre otros como prisionero de guerra. Le llevaron a un campo de trabajo, precisamente a Estella de Navarra. Como él era un buen Cantero Tallista, 
le colocaron para restaurar el Monasterio de Irache. Al verle capacitado para dirigir a un grupo de Canteros, le propusieron emplearlo en la Institución Príncipe de Viana como encargado de restauraciones. Como faltaba saber si tenía delito político, pidieron información a las autoridades, quienes emitieron un informe favorable de exento de delito. Entonces el presidente de la citada Institución, el Conde de Romanones, enterado de todo fue a visitarle y le propuso con el visto bueno del Rector del Monasterio de Irache, ser encargado de los talleres de restauración del Palacio de Olite y de la Catedral de Tudela. 
Como mi tío dijo que sí, le puso una condición: que acabara de restaurar lo que faltaba del Monasterio de Irache y cuando terminase, fuera para hacerse cargo de su puesto en el taller del Palacio de Olite y tenía que ir a vivir a Olite o a Tafalla. 

En aquel Monasterio, que era Seminario de Escolapios, se granjeó buenas amistades entre los frailes y los vecinos de Estella. En vista de esta oportunidad, mi tío llevo a Estella a su esposa y su hijo, comenzando así una nueva vida familiar. Cuando llegaron a Tafalla, porque mi tío prefirió vivir en esa ciudad  en lugar de Olite, además de trabajar en la Institución Principe de Viana, instalo un pequeño taller de cantería en Tafalla que fue el origen del oficio de su hijo, quien con el paso de los años llegó a ser mi novio y más tarde mi esposo. Solo conocía a mi tío de oídas y por las cartas que escribía muy a menudo. Fui a esa tierra porque una sobrina de él y prima mía, me animó, para que conociera a la familia y también las fiestas de  Tafalla. Ella lo pasó muy bien. Hable con mis tíos y quede en ir con una sobrina de la esposa de mi tío. A la joven no la conocía, la conocí a través de aquel viaje a Navarra. 
A pesar de tener seis años menos que yo nos hicimos muy amigas. Ella vivía en la calle de la Paloma y a pesar de ser tan lejos su casa de la peluquería, venía a peinarse todas las semanas. En esa ocasión dejé sola a mi hermana con las oficialas y pasé 25 días muy buenos.

Conocí a mis primos. Eran dos hermanos; uno de ellos tenía 20 años, nació el mismo mes y año que yo y el otro solo tenía 10 años. Conocía al mayor por las cartas. Hablaba de la ilusión que le hacía ir a Madrid cuando hiciera el servicio militar. Iba a hacer 
el servicio voluntario. Quería trabajar con otros escultores. Con su padre consiguió un estilo. Él quería conocer otras formas de arte y pensaba que en Madrid lo iba a conseguir. Cuando volví del viaje recordaba lo bien que lo pase en las fiestas y con la familia.