Los cambios en mi personalidad, se iban produciendo.
Pasado el tiempo, mientras ayudaba a mi madre en la
“cacharrería, yo la insistía tanto; "¡mama quiero ser peluquera!".
Se aburrieron de oírme y accedieron a mi deseo. Mi padre tenía un amigo que su
hija tenía Peluquería de señoras.
Le hablo de mí y me admitieron de
aprendiza. Mi padre les dijo que no me pagaran. Era en Ricardo Ortiz, estuve
un año y aprendí mucho. La dueña tenía la peluquería en la misma casa en que
vivía y estaba embarazada. Ella decía a las clientas y a nosotras,
que por las
noches hacia el ajuar del bebe que esperaba. Me pedía que la ayudara a calcar los dibujos de las sabanitas del bebe. Entraba
a la salita de estar y se lo calcaba en la tela para que ella lo bordara. De
vez en cuando me encargaba a que fuera a comprar hilos etc. Eso me cortaba
el aprendizaje. Yo para aprovechar el tiempo perdido, cuando salía peinaba a mis vecinas.
¡A mi madre la corté el pelo! Se disgustó mucho mi padre… Y es, porque estaba orgulloso del moño tan
bonito que lucía mi madre.
Estuve bastante tiempo arreglando el pelo a
mis vecinas también y a algunas señoras de alrededor de mi casa. Al principio no las cobraba, pero tuve la
suerte de que empezaron a pagarme sin yo pedirlo. Así, hablando entre ellas como se suele decir de
“boca a boca” fueron enterándose y llamándome. ¡Salió todo rodado! Yo solo necesitaba practicar con las que se
atrevían a ponerse en mis manos, y fueron muchas personas.
Cambie de nuevo a otra peluquería para iniciar otro estilo.
Fui a López de Hoyos. La peluquera era
amiga de una hermana de mi madre. Estuve ayudando y aprendiendo, me dejaba
hacer de todo; tintes, permanentes, cortes de pelo etc.
Aprendí mucho en ese
local. La dueña era tan buena profesional como la anterior de Ricardo Ortiz, aunque tenía diferente
estilo.
Pienso que el buen profesional, sea cualquier cosa que
emprenda si le gusta lo que hace, siempre será muy bueno en su trabajo.
Hay
que tener vocación. También son importantes los genes de la familia, en este
caso el gusto por el arte. Pienso que peinar bien y con gusto es un arte.
En la primera peluquería de Ricardo Ortiz, en la que sus
padres eran amigos de los míos, tenían
de oficio marmolista y muy buenos en su trabajo. Pero el hobby de ellos era ser
guitarristas.
En la segunda peluquería de López de Hoyos. Su padre pintaba
las carteleras de los cines de Gran Vía. Antiguamente se pintaban los carteles del cine a mano. Eran
artistas muy buenos en su trabajo. Las actrices, los actores, los paisajes... cualquier
tema que hicieran parecían fotografías. En el caso de mi familia ocurre lo mismo; en todos
sus trabajos se intentaba que fueran lo más perfectos posibles. Sobre todo artísticos y con gusto. Mi madre nos hacía
siempre la ropa con cualquier retal. Ella sabía comprar porque entendía de
tejidos, siempre eran buenos y como era muy clásico lo que nos hacía, cuando dejábamos de crecer
nos duraba mucho la ropa. Siempre íbamos que parecíamos gente rica. ! Y no era
así ¡ Los abrigos los daba la vuelta y parecían nuevos. Cuando se podía, se compraba tela de calidad para
hacer los abrigos. De mi padre ya hable anteriormente. Hizo trabajos muy
importantes de cerrajería
artística con su hermano en los sitios más emblemáticos de Madrid ¡Que recuerdos! Se hereda todo. Se lleva en los genes ¡seguro!.
A mis vecinas las hacía
mucha gracia verme tan seria cuando las peinaba. Ellas me recordaban la época
en que me hacían cantar en el “patio” de nuestra vivienda… Yo era muy
pequeña.
A mi madre la hacía gracia. Me subía a la silla con patas
muy altas, que se utilizaba a la hora de comer con los mayores. La usaron mis hermanos y yo de pequeños. No se cantar
pero las gustaba la letra.
La canción era esta:
Yo tuve un novio barbero, que una vecina me lo quito.
Tuvieron tres churumbeles, con la cabeza como un melón.
El
guardia de los padrones dijo; que
espanto, que atrocidad
Cabeza de ese
tamaño, nunca lo he visto
ni se verá
Con el barbero no me
casao. Del terremoto de San francisco yo me librao…
¿Porque no te casas niña ?
Gritan por los callejones
Estoy
compuesta y sin novio porque tengo mis razones.
Marido, suegra y cuñao, los hijos medio grillaos
Del terremoto de San francisco yo me librao.
Al ser un poco mayor
ya me daba vergüenza y ya no quise
cantar.
La peluquería del nº 39 antígua.
Dije en otra ocasión, que mi madre desde que se casó iba
una peluquera a casa. Esa casualidad me hizo pensar que yo podía hacer ese trabajo; Peinar a domicilio y dejar la peluquería de López de Hoyos para seguir practicando con la gente
yendo a sus casas.
Me despedí.
¡Quería
trabajar con el estilo que ya iba adquiriendo! Mi padre saco la
licencia de peluquería, yo no pude por ser menor de edad.
La peluquería la
pusimos donde anteriormente la utilizábamos como lo que era cocina.
Esa casa desde
que mi padre la heredó fueron tres pequeñas industrias; el taller de cerrajería de
mi padre, la “cacharrería” de mi madre
¡y la peluquería!, que fue la que más éxito tuvo hasta que la derribaron por
ser antigua. Pero eso fue después, en el año 1970. De ese modo en el mismo sitio seguía la
“cacharrería” y la pequeña peluquería. Encargue
una caja tipo “maletita” no muy grande a un amigo carpintero. Las señoras ya me
iban conociendo por la “cacharrería” de mi madre.
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