lunes, 13 de mayo de 2013

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¡Derribaron casas y negocios de Las Ventas!
Tenía yo todavía los 18 años en el año 1954. Cogieron mis padres una casa en la calle de José Villena nº 31, semisótano. 
Ahora para ir a casa teníamos que cruzar la carretera de Aragón. Estaba justamente frente a la peluquería. Nos cambiamos de domicilio, porque iban a derribar la casa de mis sueños; “El Patiodel 35. También, derribarían la casa colindante llamada “La casa grande” nº 37. ¡Se llamó siempre así!, porque era muy grande, con muchas plantas y muchas viviendas. En ese edificio además de la casa de cuatro plantas, había una vaquería y la taberna del señor Barragán. El siguiente edificio se respetó. Le correspondían cinco negocios. El primero se trataba de una peluquería de caballeros. El señor que lo regentaba se hizo mayor, tenía dos nietas, y una de ellas puso peluquería de señoras. Eran vecinas y amigas nuestras. Luego estaba un zapatero que tenía mucho trabajo. 
En mi época, nos poníamos las jóvenes tacones finos y altos. Se estilaban los llamados de aguja y las medias con la costura detrás, hacían las piernas muy bonitas. Este zapatero nos arreglaba el calzado, los tacones se estropeaban y también se ponían las llamadas medias suelas a los zapatos. Después de este zapatero estaba mi  peluquería, después la tienda de caramelos y la panadería 

Quedarían en pie de momento los cinco negocios. ¡Podíamos seguir trabajando!  A los vecinos de la casa 35 y 37 que expropiaron, les fueron dando otras casas por los extrarradios de Madrid, Vicálvaro. Los que no quisieron ir tan lejos, nos indemnizaron. Nosotros seguíamos en las Ventas. Nunca quisimos salir de nuestro barrio, por  esa razón con lo ahorrado y también con lo que recibimos por el derribo, nos trasladamos a la calle de José Villena. 

A mi hermano, le gustó ser peluquero.
Era el año 1956.  Yo tenía 20 años, mi hermana 18 y mi hermano ya tenía los 12 años. Él no quiso seguir sus estudios y mi padre 
le pregunto; ¿Qué quieres hacer?... ¿Quieres ser mecánico como yo?.  

Mi hermano prefirió ser peluquero como nosotras. Mis padres lo dejaron a mi cargo por ser yo la mayor. En la pubertad es difícil controlar a un niño, pero yo tuve la suerte de que a mi hermano le gustó mucho la peluquería y también lo que  le enseñaba.
Como era pequeño, algunas señoras decían; ¡En este oficio se afeminan los hombres!  A él le hacía gracia y las decía que no tenía nada que ver el oficio. Me gustaba mucho su comportamiento con las mujeres, era alegre y respetuoso. Pienso que fue demasiado obediente para la edad en que empezó a trabajar con las dos hermanas. No hacía falta decirle haz esto o aquello, él sabía lo que había que hacer, estaba mirando todo lo que hacíamos. ¡Necesitaba aprender!  

Recuerdo que mi padre al dejarlo a mi cargo me dijo; ¡Si tienes que darle un cachete se lo das de mi parte!
Mi padre no nos pegó nunca. A mi hermano tampoco le hizo falta darle un cachete. Ayudó mucho durante el tiempo que estuvo con nosotras. Fue a la escuela de peluqueros y estuvo casi cuatro años en la academia. Estudió dermatología para conocer todo lo que interesa saber sobre el cuero cabelludo. Cuando salía de la escuela profesional, practicaba en nuestra peluquería.  Mientras tanto pensábamos; ¡Que haremos cuando toque derribar los cinco negocios que faltan!  Los tirarían para el año 1.969.  
La casa era muy vieja y la dueña nos lo iba diciendo.
  
  

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