domingo, 2 de junio de 2013

015



En Madrid, había mucha costumbre de veranear.

Recuerdo los veranos… La gente por lo general salía de veraneo y ese lujo no lo teníamos en mi casa, aunque igual que nosotros, había mucha gente que no podía veranear. ¡Nosotros teníamos que seguir con nuestro trabajo a tope!.  En mayo con las comuniones de l@s niñ@s había más trabajo. También en Junio, Julio... trabajábamos mucho. Se hacían muchas permanentes. En algunas ocasiones las clientas nos invitaban a sus lugares de descanso, pero yo no podía dejar mi trabajo. Mi hermana empezaba a querer salir y empezó a ir unos días de veraneo con la familia Peláez. Ellos tenían una ferretería frente a nuestra peluquería. Las dos hermanas venían a peinarse. Ellas nos invitaban a su finca de la sierra de Cercedilla. 

Con el tiempo mi hermana se fue animando y en julio, se fue varios fines de semana a la finca de una de las amigas que salíamos los domingos. Esta amiga era clienta nuestra y todos los años se empeñaba en que fuéramos a su finca de la sierra que estaba cerca de Madrid. También su madre era clienta y nos decía; "¡Aunque sea solo de sábado a lunes!"  ¡Hasta que lo consiguió!. 
Yo fui una vez y también iba mí hermana. La señora era muy amable y nos apreciaba mucho. No teníamos coche, así que les dije que el lunes muy temprano debían de llevarme a Madrid. El marido tenía una empresa de ruedas recauchutadas y solo iba a la sierra de viernes a lunes, para abrir su negocio. Los hijos que eran tres, más la señora estaban todo el verano en su finca.  
Aquel lunes nos dejó en nuestra casa, como siempre que mi hermana iba con ellos. Reconozco que es bueno el descanso, 
pero nosotras no podíamos salir de veraneo. Los motivos eran como siempre; ¡teníamos que ahorrar para poder coger otro local 
antes de que derribaran nuestra zona!

                                    

Cosa extraña; en agosto salí de veraneo.

Por fin me animé a salir de veraneo. Fue en el mes de agosto. En Madrid casi siempre sale más gente de veraneo en agosto, fue una casualidad. Tenía mi padre un hermano en Navarra. Era uno de los dos ciclistas que corrían con la cruz roja. El otro hermano murió por el atropello de un camión. Ya hablé de ese suceso en otra ocasión al empezar mi historia. Este hermano es el que estuvo con otros marmolistas colocando las escaleras de piedra que empezaba en la plaza de toros, y terminaba en la parte de arriba llamada Avenida de los toreros. También entre otras cosas, trabajó en las esculturas que coronan Correos, donde está la Cibeles, como cantero tallista de una importante empresa de cantería que había cerca de la estación ferroviaria de Delicias. 
  
  
  

En la foto se ve la parte de arriba, donde el equipo de tallistas y él hicieron el trabajo. Esta foto reproduce las tallas de que hablo. 
La foto la hice el 9 de mayo de 2011, hace dos años, en la temporada de correos "Puertas Abiertas". La parte de arriba debió de ser terminada entre los años 20 y 30. Este familiar se marchó a Navarra al terminar la guerra y el motivo fue que le pilló la guerra en la zona de Ventas del Espíritu Santo, en la Zona Republicana. Cuando le llevaron al frente, fue detenido entre otros como prisionero de guerra. Le llevaron a un campo de trabajo, precisamente a Estella de Navarra. Como él era un buen Cantero Tallista, 
le colocaron para restaurar el Monasterio de Irache. Al verle capacitado para dirigir a un grupo de Canteros, le propusieron emplearlo en la Institución Príncipe de Viana como encargado de restauraciones. Como faltaba saber si tenía delito político, pidieron información a las autoridades, quienes emitieron un informe favorable de exento de delito. Entonces el presidente de la citada Institución, el Conde de Romanones, enterado de todo fue a visitarle y le propuso con el visto bueno del Rector del Monasterio de Irache, ser encargado de los talleres de restauración del Palacio de Olite y de la Catedral de Tudela. 
Como mi tío dijo que sí, le puso una condición: que acabara de restaurar lo que faltaba del Monasterio de Irache y cuando terminase, fuera para hacerse cargo de su puesto en el taller del Palacio de Olite y tenía que ir a vivir a Olite o a Tafalla. 

En aquel Monasterio, que era Seminario de Escolapios, se granjeó buenas amistades entre los frailes y los vecinos de Estella. En vista de esta oportunidad, mi tío llevo a Estella a su esposa y su hijo, comenzando así una nueva vida familiar. Cuando llegaron a Tafalla, porque mi tío prefirió vivir en esa ciudad  en lugar de Olite, además de trabajar en la Institución Principe de Viana, instalo un pequeño taller de cantería en Tafalla que fue el origen del oficio de su hijo, quien con el paso de los años llegó a ser mi novio y más tarde mi esposo. Solo conocía a mi tío de oídas y por las cartas que escribía muy a menudo. Fui a esa tierra porque una sobrina de él y prima mía, me animó, para que conociera a la familia y también las fiestas de  Tafalla. Ella lo pasó muy bien. Hable con mis tíos y quede en ir con una sobrina de la esposa de mi tío. A la joven no la conocía, la conocí a través de aquel viaje a Navarra. 
A pesar de tener seis años menos que yo nos hicimos muy amigas. Ella vivía en la calle de la Paloma y a pesar de ser tan lejos su casa de la peluquería, venía a peinarse todas las semanas. En esa ocasión dejé sola a mi hermana con las oficialas y pasé 25 días muy buenos.

Conocí a mis primos. Eran dos hermanos; uno de ellos tenía 20 años, nació el mismo mes y año que yo y el otro solo tenía 10 años. Conocía al mayor por las cartas. Hablaba de la ilusión que le hacía ir a Madrid cuando hiciera el servicio militar. Iba a hacer 
el servicio voluntario. Quería trabajar con otros escultores. Con su padre consiguió un estilo. Él quería conocer otras formas de arte y pensaba que en Madrid lo iba a conseguir. Cuando volví del viaje recordaba lo bien que lo pase en las fiestas y con la familia.  
  
  

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