sábado, 6 de julio de 2013

017


El trabajo es lo primero.

En el año 1.958 yo tenía 22 años. Fue en febrero del mismo año, oyendo la radio, porque la teníamos siempre puesta por la música. Los locutores comentaban lo que estaba pasando en Sidi Ifni. Decían que los muchachos pedían cartearse con chicas jóvenes, porque los días de asueto eran tristes por la lejanía y la guerra. Como yo no salía durante la semana, se me ocurrió escribir a uno de ellos. Me contestó un joven que me hizo gracia por su escrito, su educación y forma de pensar. Nos estuvimos escribiendo casi un año y me pedía fotos que yo le enviaba. Él me envió otra foto con sus compañeros. Me pidió que le bordara el escudo de Ifni, se lo mandé y me lo agradeció mucho. Las cartas fueron muy bonitas, era como si nos hubiéramos conocido siempre. Creo que le ayudé en esos momentos y el a mí.  Hicimos amistad durante  nueve meses, hasta que terminó esa guerra. 

El soldado ya estaba en Cercedilla, cuando me felicitó por mi cumpleaños en noviembre; quería conocerme. No quise conocerlo. Le dije que era mejor que hiciera su vida. Ya no había motivos para escribirnos, él había terminado su servicio militar y podía salir y disfrutar de su juventud y de su tiempo. Además teníamos ambos un buen recuerdo de ese tiempo tan corto en que nos estuvimos escribiendo.  Mientras tanto yo tenía que seguir trabajando, por esa razón no salía con ningún chico. Libres de compromisos él y yo, se acabó la historia en el mes de noviembre del mismo año 1958.



Nuevos cambios en mi juventud. 

Con el tiempo nos acostumbramos a la presencia del pariente, también me di cuenta que yo le gustaba.
A mí también me agradaba, pero él no me lo decía y venía a buscarme los domingos. Un domingo por la tarde que vino, fuimos andando por Retiro, nos sentamos en un banco. Yo llevaba en el bolso mi diario y se lo entregué con intención de que viera que me gustaba. ¡En el diario decía lo mucho que me agradada salir con él!  Lo leyó y le dio tanta emoción que todavía lo recodamos. Nos hicimos novios esa misma tarde. Fuimos muy felices cuatro años, estábamos muy enamorados. ¡Ya no cerraba tan tarde la peluquería!, la cerrábamos a nuestra hora. A mis padres les gustó mucho que cerrase pronto, creo que a mis hermanos también. Me encontré con un joven con tantos valores en su persona que cerré los ojos y seguí adelante. Éramos los primeros en nuestra familia que se casaria con un familiar. Lo extraño era que tenía muchos familiares varones a nuestro alrededor, pero los veía a diario y para mí y creo que lo mismo pensarían ellos, nos queríamos como hermanos. Pero con éste familiar fue diferente; no nos conocimos hasta que tuvimos los 18 años. Para mí era como un chico de tantos que veía por la calle.   

Cuando lo decidimos, lo pensábamos mucho por ser primos. En una ocasión él preguntó al doctor del cuerpo militar en que estaba y la consulta fue favorable. Le dijo que si no había antecedentes en la familia de alguna enfermedad psíquica o de alguna otra índole y estaba enamorado que siguiera adelante. La única que comentó algo fue mi madre. Me dijo; "¡Si os casáis no comerás un filete!. Los artistas siempre están en la cuerda floja”.  La contesté a mi madre: "¡yo le ayudaré!".
No lo decía por ser primos. Era porque ella conocía muy bien lo que les ocurre a los que piensan, o tienen ilusiones e inquietudes por cualquier arte. Sean los artistas de teatro, pintores, escultores, como era el padre de él y también el mío. Pero a ellos no les importa y es por las satisfacciones que da el trabajo, cuando se hace con gusto. Estos Artistas no dan valor al dinero. Yo pienso lo mismo que ellos. Mi trabajo es lo más importante para mí, ¡siempre lo hice con gusto! y la gente lo capta y lo agradece. El trabajo es para toda la vida. Hay que buscar y procurar conseguir lo que más nos agrada si se puede. Ella lo decía en plan de broma, porque no la parecía mal que saliera con él, pero esas palabras no las olvidé nunca. 

Las madres casi siempre tienen razón. Había  pasado un año de nuestro noviazgo y en agosto fui con mi hermana a Jaén 10 días, porque ella fue el año anterior para conocer el pueblo de nuestro padre y también conocer a la familia. En aquella ocasión hizo amistad con una joven que se casaba en agosto del siguiente año de su visita, mi hermana estaba invitada a la boda y quedó en ir. Me animó a que fuera con ella, porque la familia de nuestro padre también querían conocerme. Fui y conocí a la familia de mi padre aunque no a toda. Estuvimos viviendo en la casa de Tita Carmen, que así la llamaba la familia. Era soltera, un poco mayor y vivía con su padre. Él era muy alto y delgado, tan flexible como una caña de bambú... tendría ochenta años.  Había veces que nos deleitaba con los bailes regionales tocando las castañuelas. Nuestra tía, nos preparaba unos gazapos (conejos)  asados con tan buen sabor, que en mi corta vida no los había comido tan buenos y tan bién hechos. 

Tenía en su cocina el queso en orzas con aceite y en orzas con vinagre las cebollas y los alimentos de la huerta. Eso mismo ya lo hacia mi madre que tenía en orzas las aceitunas, pepinillos, etc, porque muy cerca de nuestra casa teníamos una empresa de variantes. Las vendedoras se quedaron a vivir en Ventas y las enviaban el género de su mismo pueblo, se hicieron clientas nuestras y mi madre las compraba mucho a granel. Pero en el mismo pueblo sabe mucho mejor. Lo que más me extrañó de la casa de Tita Carmen, era la cama que nos dio tan alta. No la había visto nunca. Al no salir de nuestra casa, esa era la razón de no saber que existían camas tan altas. Es una pena no conocer las costumbres de los pueblos. Ella tenía tierras de labranza y se marchaba a trabajarlas. En una ocasión la dije que me gustaría acompañarla. Me chocó su contestación; "¡No que son terrones muy secos y os podéis hacer daño! "

Nuestro aspecto era de señoritas poco trabajadas. Fuimos muy felices en esas tierras. Otra cosa que me gustó mucho, fue como ella alimentaba a los pavos, metiéndoles la comida por la boca. Nos dijo que si no lo hacía así no comían. En las navidades cuando veíamos los pavos, lo que menos pensábamos es el cuido que se tienen con ellos. Conocimos a más familia; vimos sus campos. En aquel viaje, vino con nosotras un primo nuestro de Jaén, que ya vivía en Madrid y él fue el que nos iba presentando a la familia. Me gustaron sus tierras sembradas con las más variadas verduras, los olivos, las gentes y la capital; ¡Qué bonito es Jaén!. Había un muchacho con estudio fotográfico, amigo de la tita Carmen. Nos hizo fotos muy bonitas. Hicimos amistad con él y nos visitó en Madrid durante unos años a nuestra casa. 

De las tres ocasiones que pude salir en agosto antes de casarme, la última fue a Valencia para pasar unos días con una hermana de mi madre, porque ella su marido y sus hijas ya hacía muchos años que se fueron a Valencia. Mis padres fueron a la boda de una de las hijas. La visita a valencia, fue muy agradable, no conocía Valencia ¡Qué bonita es también!. Estuve con mis primas muy contenta, ya no me acordaba de ellas ni ellas se acordaban de mí, aunque nos escribíamos mucho. Mi hermana en esta ocasión se quedó sola con mi hermano y las ayudantas.
 



 

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